Cae la tarde y la luz se hace más transparente. Las cigarras siguen zumbando quejándose del calor aún sofocante. Del río aún sube esa humedad putrefacta y malsana que la corriente ha venido arrastrando hasta aquí. En el Delta se depositan todas las miserias y sedimentos de una tierra herida y sometida. De ricos y pobres, justos e inicuos. De todos aquellos que se acercan a su orilla y limpian su piel seca por el sol.
Desde una cabaña se escapan unas notas quejumbrosas pero alegres. Un sonido de metales torturados y maderas astilladas. A la vez vigoroso pero sumiso. Cansado aunque enérgico. Se oyen voces y risas.
Si, tío.
Hemos llegado al final del día. Hemos llegado al blues.
Desde nuestras ciudades, nuestras oficinas y hogares bañados en ondas wi-fi y electricidad no podemos oler ni escuchar el Mississippi. Pero su esencia impregna nuestra vida aunque no lo percibamos. Nuestra vida no conoce de esclavitud, discriminación racial, hambre ni penurias. No entiende del campo ni de encuentros con el diablo en olvidados cruces de caminos. Los viejos blues no hablan de hipotecas, semáforos, supermercados o redes sociales.
¿Por qué un Blues desnudo y destartalado puede todavía estremecer a un oyente con las orejas y el corazón bien abiertos?
Por lo mismo que otras músicas ancestrales lo hacen. Por que no son las palabras y las notas musicales lo que dan sustancia y estructura a esos sonidos. El cuerpo de esa música lo forman las vivencias de muchas generaciones. Que día tras día, año, tras año han ido aportando su granito de dolor, alegría, frustración, esperanza, amor y odio. Todas esas aportaciones amasadas y cocinadas a fuego lento siguen macerando y mutando esa música. Nuestras vidas son cortas y no podemos apreciar los cambios. Una música monótona y cansina que no parece decirnos nada. Pero que lo dice todo. No habla de fútbol, de balances financieros o de no llegar a fin de mes. Pero habla de angustias por una difícil existencia. Del bien y el mal. De hombres y mujeres que se aman y se odian. Que se atraen y se desprecian. De lo que es la raza humana. Blancos o negros. Del hombre del siglo pasado y del que viene. De lo que ha vivido en una plantación de algodón y lo que vive en las redes sociales. De haber perdido una mula en una inundación o de no tener amigos en facebook. De encontrarse con el diablo en un cruce de caminos o firmar una hipoteca con el banco. Del Sherif del condado y el jefe de personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario